La gratitud es riqueza, la queja es pobreza: ¿En qué vives tú?
Cómo la gratitud transforma mente, cuerpo y relaciones en nuestro día a día
Por Edgar “NamastED” Chávez
La gratitud es la llave de la abundancia, me dijo un maestro en un taller de crecimiento personal. Sus palabras también me recordaron el consejo que recibí en casa cuando me enseñaron que las palabras “por favor” y “gracias” eran mágicas, y que al usarlas se abrirían puertas a lo largo de mi vida.
Hoy de adulto, voy entendiendo que la gratitud si tiene un significado e impacto social, cultural, emocional y hasta espiritual. La práctica de la gratitud no sólo nos conecta con la abundancia como un todo, sino que genera ese estado de calma y felicidad que buscamos. La gratitud es la madre de todas las virtudes y, como madre, busca protegernos para darnos con amor aquello que merecemos.
En lo social, nos permite conectar con oportunidades y personas en un nivel distinto, desde el reconocimiento, la admiración y el respeto; y nos hace sentir seguros. Agradecer parecería que nos coloca en un selecto grupo de personas que viven en plenitud, porque una persona agradecida es plena bajo cualquier circunstancia. Quien agradece, merece.
En lo cultural, a través de corrientes filosóficas, prácticas o disciplinas, agradecer nos invita a vivir en un lado más luminoso de la vida. Como primer ejemplo mencionaré el ho’oponopono: una práctica hawaiana que con cuatro palabras se acciona hacia una forma distinta de aceptar, soltar y honrar. Es permitir que la gratitud nos quite los lentes oscuros con los que veíamos todo en gris y, ahora, ver todo en colores.
La gratitud tiene la capacidad de traernos al presente, de concentrar nuestra atención y hacer que la buena energía cree un campo de expansión y de fuerza, como cuando lanzas una piedra al agua y se forman ondas que van creciendo. Así mismo ocurre con la gratitud: nos envuelve en una ola de bendiciones para seguir agradeciendo desde el lado espiritual. Nos conecta con esa confianza de sabernos prósperos donde recibimos aquello y más de lo que deseamos.
Agradecer tres veces, como algunas filosofías sugieren, permite que al repetir esa palabra honremos las triadas religiosas. También hacer reverencia como un acto solemne al pronunciar un “gracias”, mientras las manos se juntan palma con palma en símbolo de unión y, en la inclinación, la mente quede al nivel del corazón, lo que nos conecta con el ser y con el estar, en el aquí y el ahora, con todas nuestras líneas de tiempo. La gratitud tiene eco, siempre regresa a nosotros.
Cuando estamos cerca de personas que viven en la queja, nuestra energía se drena. Nos sentimos desconectados y hasta separados de esas personas porque descubrimos que no pertenecemos a su club de lamentos. El cuerpo y la mente se centran para hacernos sentir y calibrar a esas personas y sus intenciones.
La gratitud es riqueza, la queja es pobreza. Somos ricos y quizás no lo sabíamos.
Hoy nos toca agradecer por el lujo de despertar una mañana sin prisa: un café, un abrazo, un gesto, un saludo, la cama cómoda, la ropa limpia, el agua caliente, la casa, el auto, la familia, la salud, el trabajo, los amigos, el amor. La gratitud no solo es pensarla, sino sentirla, hacerla una emoción.
Hay estudios que muestran cómo vivir en gratitud genera endorfinas, y produce sanación mental, física, emocional y espiritual. El cerebro se transforma: los neurotransmisores regulan el sistema nervioso. La gratitud es una energía invisible pero real: nos hace conectar entre personas para crear y manifestar.
Decía el pastor y escritor británico John Henry Jowett: “La gratitud es una vacuna, una antitoxina y un antiséptico”.
Ronda Byrne, escritora australiana y autora del libro La magia, me llevó por un ejercicio diario de 28 días para trabajar en el hábito de agradecer. Yo lo hice por dos años, y noté como se transformó mi conexión con el poder de la gratitud y cómo hasta hoy sigue modificando mi sentir.
La celebración del Día de Acción de Gracias ha llegado. Ocurre cada cuarto jueves en el mes de noviembre en Estados Unidos y es un recordatorio de cuántas bendiciones tenemos y que a veces olvidamos agradecer. Damos por sentado lo que siempre hemos tenido. Nos invita a accionar desde el reconocimiento y a agradecer lo que hay y por quienes están.
El hecho de habituarnos a agradecer lo que recibimos, tenemos y damos enriquece la vida. El poder de la gratitud transforma y nos recuerda que la vida tiene memoria. Agradece por todo y en todo y deja que la magia suceda.
Edgar “NamastED” Chávez es colaborador invitado de Argos Latino. Comparte historias que inspiran conexión, reflexión y conciencia.


