Las ideas que el cine “robó” a la ciencia — Parte 2 (Final)
Tres avances futuristas —vigilancia facial, asistentes de voz y autos autónomos— que pasaron de la pantalla a la vida diaria
En un artículo previo de CÓDIGO BETA abordamos tres de los inventos de ciencia ficción más recurrentes en el cine que la ciencia ya tiene o los está desarrollando en aplicaciones reales. Hoy incluiremos tres aportaciones más del cine que nos rodean todos los días: vigilancia masiva, los asistentes de voz y los autos autónomos.
Vigilancia Masiva
En la ficción:
1984 de George Orwell (1949) y Minority Report de Spielberg (2002) nos advirtieron sobre sociedades donde la privacidad desaparece. En Minority Report, los sistemas predictivos identifican criminales antes de que cometan delitos; en 1984, las telepantallas vigilan cada movimiento. El cine cyberpunk —de Blade Runner a Person of Interest— nos mostró ciudades donde cada esquina tiene un ojo electrónico.
En la ciencia:
Ya vivimos en esa realidad. China implementó el sistema de crédito social que monitorea el comportamiento ciudadano mediante reconocimiento facial masivo: más de 200 millones de cámaras registran desde cruzar la calle indebidamente hasta las compras que realizas. La empresa Clearview AI recopiló miles de millones de fotos de redes sociales para crear una base de datos de reconocimiento facial que vende a policías y gobiernos. Por cierto, las últimas veces que he llegado, vía aérea, a USA mi cara dispara mi archivo en el computador del agente, que no mueve un solo dedo, te da la bienvenida una vez que el “computador” no genere ninguna alerta en mi estatus de persona grata.
En América Latina, ciudades como Ciudad de México, São Paulo y Buenos Aires han instalado miles de cámaras de vigilancia “inteligente”. Amazon vende cámaras Ring que comparten automáticamente video con la policía en Estados Unidos. Tu smartphone te rastrea constantemente: Google Maps sabe dónde has estado cada día de los últimos años.
Conclusión parcial:
La vigilancia masiva no llegará en el futuro, ya está aquí, normalizada, y la llevamos en el bolsillo. La diferencia con 1984 es que Orwell imaginó una imposición violenta; la realidad fue más astuta: nos están vendiendo la vigilancia como conveniencia.
Asistentes de voz
En la ficción:
HAL 9000 fue el primer asistente de voz icónico del cine: controlaba la nave, entendía el lenguaje natural, respondía preguntas (aunque en la primera parte de este artículo ya vimos que no siempre decía la verdad). En Iron Man, Jarvis es la versión amigable: ayuda a Tony Stark sin cuestionar, sin rebelarse, el mayordomo digital perfecto.
En la ciencia:
Hoy, Alexa, Google Assistant y Siri viven en millones de hogares. Encienden luces, ponen música, responden trivias, controlan electrodomésticos. Son omnipresentes pero invisibles. La diferencia con HAL: estos asistentes no toman decisiones autónomas... o eso creemos.
El problema real no es que se rebelen, sino quién escucha. En 2019 se reveló que trabajadores de Amazon, Google y Apple escuchaban conversaciones grabadas por los asistentes para “mejorar el servicio”. Tu asistente de voz graba fragmentos de conversaciones privadas que luego son analizadas por humanos y algoritmos. ¿Alguna vez te ha pasado que haciendo planes con tu pareja para visitar el Cristo del Corcovado en Río de Janeiro te aparezcan mágicamente anuncios de viajes a Brasil?
Conclusión parcial:
No necesitamos temer que la IA nos asesine como HAL 9000. El riesgo es más sutil: hemos invitado voluntariamente a un testigo permanente a nuestros hogares, uno que nunca olvida y reporta a corporaciones cuyo modelo de negocio es conocernos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos.
Autos autónomos
En la ficción:
Ya desde Total Recall (1990) nos familiarizamos con un amable taxi robot, y luego el elegante diseño de vehículos auto-dirigidos de Minority Report (2002) y I, Robot (2004) el cine nos prometió un futuro donde ya nadie conduce. En ese futuro los autos se moverían en sincronía, sin tráfico, sin error humano (responsable hoy de la mayoría de los accidentes). En I, Robot, los vehículos Audi RSQ se desplazan a alta velocidad coordinados por una red central que elimina el caos vial. Hoy la tecnología promete liberarnos del estrés de manejar.
En la ciencia:
Tesla, Waymo (Google), Cruise y decenas de empresas compiten por dominar la conducción autónoma. Los autos con piloto automático ya circulan en California, Arizona y algunas ciudades de China. Utilizan cámaras, radares, lidar y redes neuronales para “ver” el entorno y tomar decisiones en milisegundos.
Pero la realidad es más compleja que la ficción. Se ha demostrado que autos autónomos funcionan bien en ambientes controlados —autopistas despejadas, clima estable, señalización clara— pero colapsan ante lo impredecible: un balón que cruza la calle, un peatón que cambia de dirección, una ambulancia que debe pasar. Imaginense esos autos en una de nuestras atascadas avenidas en ciudades latinoamericanas como en Ciudad de México, Lima, Barranquilla o Buenos aires. Ciudades donde las reglas viales son sugerencias, donde motociclistas zigzaguean entre carriles, donde un tope puede aparecer sin aviso, donde vendedores ambulantes cruzan avenidas con carritos. ¿Cómo programar un auto autónomo para el caos organizado que es el tráfico latinoamericano? Una garantía de pesadilla para los valientes ingenieros que desarrollan algoritmos para nuestras ciudades.
Conclusión parcial:
Los autos autónomos llegarán, eventualmente. Pero no llegarán para todos al mismo tiempo ni resolverán los mismos problemas. En Silicon Valley prometen eliminar accidentes; en nuestras ciudades, primero tendrían que aprender a sobrevivir en ellas. La tecnología del futuro choca con la infraestructura del presente, es decir, la brecha no será tecnológica sino más bien cultural.
El papel de la cultura latinoamericana
América Latina sigue produciendo pensamiento crítico y literario sobre el futuro. Autores como Alberto Chimal (México) y Jorge Baradit (Chile) exploran futuros donde la tecnología no es salvación sino espejo de nuestras desigualdades.
Conclusión final: el futuro ya no es promesa, vivimos en él
Después de leer la primera parte, un amigo me comentó: “Esos inventos (IA, implantes cibernéticos) ya son una realidad. Estamos viviendo (nuestra generación X) de una revolución de cambios que han ido marcando la pauta en nuestra vida diaria… desde el tocadiscos (vinilo) hasta plataformas de rocolas infinitas de música, desde la TV en blanco y negro hasta la IA donde hasta uno mismo puede ser protagonista de tus propias historias”.
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