El encuentro entre el presidente Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska no solo acaparó la atención mundial por la posibilidad de avanzar hacia el fin de la guerra en Ucrania. También dejó una imagen que muchos consideran histórica: Trump aprovechó la cumbre para mostrar parte del arsenal militar de Estados Unidos, incluyendo el sobrevuelo del bombardero furtivo B-2, un símbolo de la supremacía tecnológica norteamericana, y cazas F-35 y F-22.
La escena fue clara: mientras los dos mandatarios buscaban acuerdos en la mesa, en el cielo se desplegaba un recordatorio del poderío militar estadounidense.
Una jugada con riesgo diplomático
Estoy seguro que algunos analistas lo calificarán como un movimiento audaz; otros, como una provocación innecesaria.
Para mi: movida brillante de parte de Trump... y hay que decirlo: ¡qué pantalones para hacerlo!
Lo cierto es que Trump tomó la decisión de exhibir uno de los activos más estratégicos del Pentágono frente a Putin, un líder difícil de intimidar. La pregunta inevitable es: ¿fue una demostración de seguridad para fortalecer la posición de EE.UU. en las negociaciones, o un exceso que podría tensar aún más las relaciones y el acuerdo de paz?



El mensaje a Rusia
La reacción de Putin fue hermética, como suele serlo. No hubo gestos claros de incomodidad ni de entusiasmo. Sin embargo, el trasfondo es innegable:
Estados Unidos mostró que su capacidad militar está lista y visible.
¿Un paso hacia la paz?
Si esta demostración contribuye a que Putin considere sentarse a negociar con el presidente Zelensky, el gesto de Trump podría ser visto en retrospectiva como un movimiento estratégico que abrió el camino para el fin del conflicto. Y si eso ocurre, no faltarán voces que lo presenten como un candidato serio al Premio Nobel de la Paz. Incluyendo Hillary Clinton… y a mi.
Hillary Clinton: abriría la puerta al Nobel de la Paz… a Trump
En un giro sorprendente, Hillary, quien fuera su rival política en las elecciones del 2016, declaró en el podcast “Raging Moderates” que estaría dispuesta a nominar al presidente Trump para el Premio Nobel de la Paz si logra poner fin a la guerra en Ucrania sin que esto implique ceder territorio a Rusia.
Reflexión final
El límite entre la diplomacia y la intimidación es delgado. Hoy vimos cómo la política internacional se juega tanto en la mesa de negociación como en el cielo de Alaska. Lo que falta saber es si este gesto quedará en la memoria como un acto de valentía… o como una apuesta demasiado arriesgada.
Tu dime.