Mi conexión con la radio por mi padre
La historia de cómo una voz puede marcar a toda una familia

Hoy es Día Nacional de la Radio en los Estados Unidos. Y muchos me han preguntado: ¿por qué mi interés por la radio? La verdad es que, a veces, ni yo mismo tengo la respuesta completa.
De niño era tímido, reservado, casi mudo frente a un grupo. En la escuela, cada vez que tenía que pasar al frente a presentar una tarea, sudaba frío y me temblaba la voz. En casa, escuchar a mi papá y a mis hermanos mayores hablar con tanta seguridad me intimidaba todavía más. Y ya en Los Ángeles, con la barrera del idioma, esa timidez parecía doble.
Hasta que un día, trabajando en mercadotecnia, escuché un comercial en la radio que invitaba a jóvenes a tomar cursos de locución. Ese anuncio cambió mi vida. Sin pensarlo, llamé al instituto en Hollywood (sí, todavía en los tiempos de teléfonos de casa) y ahí comenzó mi camino para vencer la timidez… y descubrir que lo mío estaba detrás de un micrófono.
Claro, había señales mucho antes. En Guadalajara, mientras cursaba la secundaria, extrañaba mucho a mis padres que ya habían emigrado a Estados Unidos. Mi mamá nos mandaba cassettes con grabaciones de un primo suyo, Joaquín Garza, “El Chulo”, locutor de radio.
Yo escuchaba su voz y sentía que la radio tenía algo especial: podía acercar a las personas, aunque estuvieran lejos.
Después, ya en Los Ángeles, vi a mi hermano Jorge trabajar como locutor en una estación local. Sus anécdotas encendían mi imaginación. Y mi hermana Betty hoy sigue brillando frente al micrófono, llevando alegría a miles de radioescuchas.
Pero mi conexión más profunda es con mi padre. Él fue mi primera línea de voz, mi primer referente. En los años 50, en Santa Bárbara, California, cuando apenas empezaban los segmentos en español en la radio, mi papá fue parte de esa primera ola. Una voz imponente, clara, con dicción perfecta, que sabía declamar, emocionar y conquistar. Maestro de ceremonias en fiestas hispanas, pionero sin saberlo de la radio latina en California.
Esa herencia me marcó. El día que escuché ese comercial de cursos de locución entendí que la radio me había estado esperando siempre.
Que no era casualidad. Que el micrófono corría por mi sangre.




Hoy, después de casi tres décadas, sigo disfrutando este viaje junto a Argelia, mi esposa. No sé si alguna de mis hijas seguirá mis pasos, lo dudo. Los tiempos de la radio son otros. Pero mi corazón sonríe de solo pensar que quizá un día, una de ellas también se conecte a esta cadena invisible que une voces, historias y corazones.
En este Día Nacional de la Radio abrazo a todos mis colegas y agradezco al destino este privilegio de vida.
Porque en mi vida, la radio no es trabajo: es herencia, es voz, es familia.